«No se nace cristiano, se hace», esta afirmación de Tertuliano
(siglo II-III) goza hoy de gran actualidad. Dado por finalizado el
tiempo de cristiandad y consciente de las insuficiencias que existen
en su práctica catequística, la Iglesia lleva largo tiempo promoviendo
una catequesis que, en verdad, sea capaz de «hacer
cristianos». La Iglesia es madre y maestra. Ella, por medio de la
catequesis, introduce a sus hijos en los misterios de la fe, y así, al
hacerles partícipes por esta fe de los sacramentos de iniciación
bautismo-confirmación-eucaristía, los engendra como hijos
de Dios y hace posible que experimenten la nueva vida de Jesucristo,
al seguir sus huellas y tomando parte de su misión.